Precipicio abajo

Ovejanegra me pedía el desenlace, la decisión que tomé tras tanto pensar y repensar. Pues bien, aquí está.

En mi última entrada os contaba que había llegado a la conclusión de que no quería perderla como pareja, de que estaba segura de querer pasar el resto de mi vida con ella pero prefería esperar unos días más para no precipitarme.

Bueno, pues si hay algo que sé hacer en esta vida es precisamente eso; precipitarme. Así que el jueves por la mañana la llamé para decirle que quería hablar con ella en casa. Llegué allí sobre las cinco y le expliqué que quería seguir con ella, que quería seguir haciéndolo todo juntas, que éramos una, y realmente le estaba diciendo la verdad.

Aceptó y volvimos a nuestra vida, ilusionadas y haciendo planes para aquella misma noche. Fuimos a cenar y compramos entradas para el cine. Ya después de cenar empecé a sentir una extraña sensación, como de estar cagándola para siempre. De repente me sentí atada, sentí que estar con ella, pese a ser lo que quería, me iba a llevar de nuevo a la misma situación que me llevó a plantearme nuestra relación. Y tuve miedo. Miedo de haberme equivocado, miedo de no saber cómo salir de ésta y, sobre todo, miedo (o certeza, vaya) del golpe que se iba a llevar ella después de volver a tenerme en su vida si le planteaba lo que me pasaba por la cabeza.

Y no sé ni cómo, un minuto antes de empezar la película, salió el tema; no sé cómo llegamos a hablar de ello pero para cuando se apagaron las luces la cosa ya tenía muy mala pinta. Salimos de la sala. Volvimos a casa y empezamos a hablar; sin llegar a ninguna conclusión y sin saber cómo llegamos a la cama, donde, paradójicamente, tuvimos el mejor sexo que recuerdo en muchísimo tiempo. Me sentí muy unida a ella, sentí que realmente tenía que quedarme porque sería una locura no hacerlo. Me dijo que lo consultara con la almohada y que después le dijera algo.

A la mañana siguiente me desperté mucho antes que ella y me quedé mirándola, durmiendo a mi lado... y no supe identificar lo que sentía. Y volví a sentir miedo. Cuando se despertó me preguntó qué quería hacer con nuestra relación... le pedí más tiempo. Le pedí perdón por el daño que le había hecho al precipitarme (hay algo más cruel que dar algo a alguien y quitárselo después?). Me pidió que me tomara el tiempo necesario, que no volviera a actuar por impulso, que sabía que la quería y que había sido eso lo que me había llevado a tomar la decisión, pero que no podía decidir en función de mi miedo a perderla o del daño que no le quisiera hacer.

Y me fui. Volví a casa de mis padres pensando en lo estúpida que había sido y en cómo tenía que actuar para no repetir mis errores. Y aquí sigo, intentando no pensar en ella ni en mi decisión, tratando de sentir, simplemente, sin darle más vueltas que no me llevan a ninguna parte... y parece que, por ahora, va surgiendo efecto; creo que llegaré a tomar la decisión adecuada, sin prisas, pensando en mí porque, lo mejor para mí será también, a corto plazo o a la larga, lo mejor para ella, aunque para ello tenga que sufrir durante un tiempo.

2 comentarios:

OVEJANEGRA 23 de agosto de 2009, 21:44  

Bueno, pues lo siento por dos cosas: la primera es porque de nuevo tienes que retomar el ovillo para ver si encuentras la punta.
La segunda, porque el sufrimiento que eso os supone a las dos, es difícil de superar.
te pongo un enlace de una bloguera: farala, que hablaba de las parejas de chicas, que cuando llevamos un tiempo juntas, pasamos de ser amantes a ser "amigas"

http://blogdefarala.blogspot.com/2009/08/yo-fui-hillary.html,

y este otro sobre el sexo con la compañera "amiga-amante":

http://blogdefarala.blogspot.com/2009/08/lesbian-death-bed.html
Y no te pierdas los 50 y pico comentarios que le han dejado al post...

suerte sol

Bollovillo 23 de agosto de 2009, 22:18  

Muchas gracias por los enlaces!
La verdad es que me ha encantado leerlos (y los comentarios que arrastraban...).